Fuerte como el algodón de azúcar.
Pocos gestos saben contar tan bien lo que canta el alma como un abrazo, de esos que son tan fuertes que mi corazón al latir siente como late el corazón de quien me abraza. Qué dulce, qué suave, qué eterno.
En medio de un abrazo así, el tiempo y los relojes y el mundo se paran. En un latido tenemos demasiado que contarnos, demasiado de todo guardado. Hay lágrimas y sonrisas, hay te he echado de menos, hay azul y verde. Y hay un doloroso aprende a conjugar los verbos en pasado.
Pocos gestos saben contar tan bien lo que canta el alma como un abrazo de esos que se sienten aún después de tanto tiempo. Pocas cosas duelen tanto como recordarlo y necesitarlo sólo porque se me está empezando a ir el sabor dulce y suave pero no tan eterno de la boca.
Qué increíbles aquellos abrazos, dulces y fuertes como el algodón de azúcar.
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