Qué.

Qué miedo.

Como un niño pequeño que se acaba de caer aprendiendo a montar en bici sin ruedines. Como una araña a la que se le ha venido encima toda su tela. Como un funambulista que aún conserva el dolor de su última costilla rota. 

Qué ganas.

Como un niño pequeño cuya mayor ilusión es derrapar cuesta abajo sobre una bici sin ruedines. Como una araña que sabe que no hay nada más bonito que una tela de seda y plata. Como un funambulista amante de la droga de tentar a la gravedad.

Amante...

¿Qué podía esperarse de mí? Si cada vez que pestañeo me enamoro más del amor. Si creé una reserva natural de mariposas en mi estómago. Si recorté frases en inglés durante un viaje hace años, y concluí que tenía que amar para siempre y vivir el ahora, porque el amor es más fuerte que la muerte.

Mariposas.

Aquí están, volando, enredando, bailando. Borrachas de quién sabe qué. Ansiosas de volver a beber amor. Muertas de pánico por volver a beber amor. Todavía recuerdan la última vez que se atrevieron a volar demasiado. No pensaron que podrían romperse, y ahora algunas tienen las alas echas pedazos.

Tiemblan, a veces de emoción y otras de terror. A veces se desploman ahogadas en recuerdos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Contracorriente

Impuntualidad.

La canción más triste del mundo