Huida.
Los aterrizajes con turbulencias en el corazón nos prometieron una vuelta al cielo aunque acabáramos tocando tierra. Me tomé tan en serio tu no me olvides que aún sigo abrazada a tu sombra en la almohada al dormir.
Se me está olvidando tu voz y la cara que ponías al reírte. Se me está olvidando tu piano y tus dedos sobre las teclas de mi piel.
Pocas cosas me parten más en dos que las despedidas en una estación de tren. En pocos sitios nos veo más claros. Mi mano en el bolsillo busca una flor roja de papel que me consuele y no está. Y el tren arranca y se va.
Se me está olvidando el olor de tus besos, el roce de tus brazos a mi alrededor y las carcajadas de mi alma al hacerme cosquillas.
Palabras en catalán hablan del algodón de azúcar y se me saltan las lágrimas, dulces y un poco dolorosas. En pocos sitios he visto tanta fuerza como en esos abrazos. Por pocas razones he querido ser fuerte tanto como por ti.
Se me está olvidando el color de aquellas rosas, porqué valían la pena las espinas y el brillo de las palabras de cristal.
Tengo en el corazón una quemazón que me pide salir de aquí. Irme lejos de esta selva asfaltada, respirar un aire que no sea gris. Un verde que no agonice. Cualquier lugar fuera de Madrid. Un cielo que por la noche deje ver las estrellas. Y, si se puede, también necesito que me cuentes sus nombres.
Se me está olvidando olvidar.
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