Cine mudo.
El tiempo pasa a mi lado y, aunque me resisto, me va arrancado recuerdos poco a poco. Demasiado lento o demasiado rápido, aún no lo sé. Tu olor, tu voz, tu risa...
Me olvido de tu risa, pero no de la cara que ponías al reírte, ni de cómo se te cerraban los ojos. Me olvido de tu voz, pero no del color de tus ojos. Me olvido de tu olor, pero no de cómo me envolvía cada vez que volvíamos a vernos después de mucho tiempo. Y como no puedo olvidarme de tus canciones, todo se convierte en una película de cine mudo. Las palabras ya las pongo yo.
El guión dice que es el primer fin de semana de febrero, que tengo que bajarme por primera vez en una estación desconocida y que hace mucho frío. También dice que en el andén tienes que estar tú esperando.
Después la acción se traslada a una cueva, porque en esta película todo es posible, y el guión vuelve a mandar. Dice que tienes que taparme los ojos, hacer que luces brillen como estrellas y poner la música de mi película favorita. Dice que vamos a bailar abrazados, y que yo tengo que sentir que eres lo mejor que me ha pasado nunca.
Decido olvidarme del guión y seguir por mi cuenta. Supongo que me he paseado demasiado cerca del precipicio y me he tropezado, porque aún tengo el corazón atenazado y el pulso fuerte y acelerado y sólo te he recordado un poquito, siguiendo el guión.
Intento escribir mi propio guión, y dice que tienes que aparecer detrás de cualquier esquina, pero dudo que vayas a seguirlo.
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