Días marchitos y rosas cabizbajas.
Ya no me hace falta lo mejor, me conformo con lo menos malo. Con tal de que no me caigan lágrimas encima de las heridas, es suficiente. Escuece. Escuecen los días cabizbajos como rosas marchitas si no estás tú para levantarlos con una palabra, o con un gesto. Con lo que fuera.
A lo mejor nos pasamos de la raya al prometer, y yo me pasé de la raya también al creer. Ojalá pudiera pasarme de la raya luchando por algo que me sale del corazón, porque la razón nunca podrá ganarle. Ojalá las letras de las canciones mientan.
Ojalá la rosa más bonita que he visto jamás pudiera levantar sus pétalos al cielo de nuevo.
Igual que una flor resignada decora un despacho elegante,
prometo llamarle amor mío al primero que no me haga daño,
y reír será un lujo que olvide cuando te haya olvidado.
Pero igual que se espera como esperan en la Plaza de Mayo,
procuro encender en secreto una vela, no sea que por si acaso,
un golpe de suerte algún día quiera que te vuelva a ver,
reduciendo estas palabras a un trozo de papel.
Me callo porque es más cómodo engañarse,
me callo porque ha ganado la razón al corazón;
pero pase lo que pase, y aunque otro me acompañe,
en silencio te querré tan sólo a ti.
Deseos de cosas imposibles - La Oreja de Van Gogh
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