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Mostrando entradas de 2015

"Clic".

A veces, en la vida algo sucede. Hace clic , o hace el ruido de una bombilla que se funde, o hace el ruido de una cerilla que se prende.  Te fallan las piernas, el control, las compuertas de los embalses de los ojos. En pleno llanto te preguntas por qué lloras, y la respuesta es nada. O todo. O la vida desde hace algunas páginas del calendario. No hay nada concreto que te pida este instante de desconsuelo y, sin embargo, lo necesitas, y, sin embargo, quieres pararlo cuanto antes. De un tiempo a esta parte, cualquier signo de debilidad es una carga. Algunas veces,  hay tantas manos a tu alrededor dispuestas a sacarte del socavón, tan insistentes, que acabas te creyendo una inútil, que tú sola no puedes. Que tus propias manos y tu fuerza no bastan, que necesitas mil pares más. Qué miedo da no verse capaz de valerse por uno mismo. Otras veces, flaquear no es una opción, porque si cedes tú, se desmorona todo lo que te rodea. No vale tanto un abrazo como mantenerse de pie ...

Al otro lado del teléfono.

Pocas cosas hay peores que una voz entrecortada luchando por hablar al otro lado del teléfono. Significa cosas malas. Significa platos vacíos, luces apagadas, un beso de Feliz Navidad menos. Significa aguantar las lágrimas porque bastante tiene ya la voz llorosa con lo suyo. Pero tampoco sirvo de consuelo, porque voy con pies de plomo, con miedo a terminar siendo yo la consolada.  Las voces temblorosas al otro lado del teléfono significan ausencia, dolor, partidas, rotos, tormentas, frío, angustia, incertidumbre, preguntas sin respuesta, evidencias demasiado certeras, siempres, nuncas. Pánico. Tengo un corazón que prepara la armadura cuando oye dudar una voz al otro lado del teléfono, porque no quiere tambalear, no quiere caerse. Porque mi voz también dudó otras veces a este lado de la línea, y necesitaba serenidad al otro lado. Para ser una persona que adora la lluvia, necesité un cielo azul.  Se escucha entrecortado... Pierdo la señal... ...

Victoria.

Hay personas escondidas detrás de un voy a estar a tu lado siempre ,  y luego desaparecen más rápido que una hoja de otoño volada por el viento. Y después, te escupen culpabilidad, dolor, decepción. Pero las agujas del reloj no perdonan, y el tiempo lo pone todo en su lugar. Si desaparecisteis y nunca os eché de menos, a lo mejor es que no aportabais nada a mi vida. Igual yo no os exilié, igual os marchasteis solos.  Igual, al perder, gané . Nunca nadie podrá afirmar con seguridad si soy vencedora o vencida, salvo yo. Las victorias más grandes son aquellas en las que me enfrento a mí misma, y ningún juez al que me encare jamás  debería ser más severo que yo. Y no hay nada más absurdo y triste que un autoengaño. Yo gano si controlo el vaivén de mi voz, si transformo la rabia en palabras, si las ganas de llorar que tengo son de emoción. Gano si pierdo a quien me duele. Gano cuando lo consigo después de lucharlo tanto tiempo.  C...

Diciembre.

Cómo le gusta al mundo llevar la contraria. El tren dejaba la estación y yo pensaba en el tiempo que llevaba sin escribir y las pocas ganas que tenía de hacerlo. Y justo entonces, las luces de Navidad alumbran la ciudad y me alumbran las palabras. En diciembre todo brilla más, en diciembre nacen estrellas nuevas y  en diciembre la vida se resume en el abrazo más largo que puedes dar. Hay un cosquilleo que recorre las calles, y música de campanillas y canciones que hablan de todos los amores que existen. En diciembre hay magia y dulzura. En diciembre hay nieve, blanca y pura y sencilla y perfecta. Y cada copo es diferente, cada uno trae un beso helado, y se derrite y transformado en agua se lleva un retazo de recuerdos malos. La nieve es lluvia hecha arte dulce y congelado. En diciembre la sangre corre al galope para extender el calor por todo el cuerpo. Y baila. Y brilla. Y hay magia. Qué miedo.

De cuando todas las cosas iban bien.

Una vez leí que cuando una historia ha terminado, puedes mirar hacia atrás y ver los máximos y los mínimos, los mejores y los peores momentos. Y yo cuando miro hacia atrás, puedo ver cuando fui más feliz. Cuando todo marchaba bien. El esfuerzo tenía recompensa, la amenaza de un salto al vacío se quedó en eso, en amenaza, los días tenían decenas de estrellas por las que valía la pena salir de la cama y enfrentarse al mundo, y la estrella más brillante de todas me rozaba los labios. Era ese verano en que todas las cosas iban bien. Antes de muchas cosas buenas, y todas las malas. Porque la vida se torció, o la torcí, o me torcí, o se torció y me torcí con ella, y nunca volvió a encontrar el equilibrio que tuvo. El pico más alto ya había pasado y nunca más iba a alcanzar la cima de nuevo. Me convertí en una silla coja, o una frase incompleta, o una historia a medias, y yo lo que quería era vivir en un final feliz para siempre. Cuando todo funcionaba bien no me daba mi...

Vete.

Patadas en el estómago y retortijones en el alma, ganas de escribir "pero no tengo tiempo" que se transforman en necesidad, presión en los ojos, en las manos, en el pecho, en la vida. La angustia que no se va por más que le grito vete . Vete .  Se lo digo a esta asfixia que tengo dentro, no a ti. Tú no, tú no te vayas. Es más, por favor vuelve, que tengo un sitio a mi lado y está vacío. Sigo guardándolo para ti. Sí, todavía. Y, si he de ser sincera, quiero seguir reservándotelo, no tengo ganas de que nadie más lo ocupe. Ni ganas de tener ganas de reemplazarte.  Tengo ganas de martirizarme un ratito más: por no tener ganas de tener ganas de olvidarte, por torturarme de tanto en tanto, por todas las palabras que podía haber dicho y no dije y por aquellas que dije que mejor podría haberme callado, por cada una de las piedras que lancé a nuestro tejado, por cada una de las grietas que causé. Por tu adiós, por tu olvido, por tu rencor. Por seguir viviend...

Silencio.

Un silencio se me intenta escapar entre las costillas, y como no puede, pincha y duele. Quiere callarse, y que todo enmudezca.   Atardece de color amarillo y en mi cabeza se enciende una canción que habla de querer huir pero no tener dónde naufragar. Y después viene otra canción más, y luego otra y otra. Y encadenan sus palabras y sus letras a mis rizos, que se me enredan. Insiste tanto el silencio en hacerse evidente que ya no sé qué quiere. No sé si busca que se me escuche o que yo escuche. Y qué pretende que diga, o qué pretende que entienda. Si me callo a mi alrededor sólo hay otoño. Amarillo, marrón y naranja, luz con magia y el atisbo del frío que pide abrazos. Lluvia y pocas flores. Colores cálidos porque se avecina el invierno. El otoño es una de mis cuatro estaciones del año favoritas. Un otoño me preparó para el invierno más bonito que jamás haya vivido. Los otoños son dulces y suaves. Son silencio y lluvia. Cuando estás en silencio demasiado tiempo, recu...

Ojalá tú.

La sangre corre, rápida, fuerte, y me duelen las venas porque se ha levantado el oleaje. Me dan miedo el olvido y el recuerdo, las espinas y el fuego, tu nunca y mi siempre. Tiemblo y algo por dentro me quema, me quiere llevar lejos y no me arranca de donde estoy. No tengo palabras porque el viento se las ha llevado todas, no me sale la voz porque una vez la regalé y la perdí. La vida sigue en marcha por más que le pido que frene un poco. Que necesito tiempo, digo, y responde que ya he tenido suficiente. Pero no basta, nunca basta. Hay una mariposa que a veces aletea y me distrae, pero cuando se duerme, el árbol que crece en mi estómago afianza sus raíces como si fueran garras. Hasta parece que ruge. Ojalá el reloj dejase de marcar las horas, y los minutos corrieran hacia atrás. Al momento en que todo iba bien. Cuando quedaba mucho por saber, mucho por descubrir y mucho por perder. Y ojalá no lo perdiera. Ojalá la aguja de mi brújula gire como loca y vue...

Otoños de noviembre.

Casi se me olvida mirar el calendario, pero ya es de noche. Era jueves por la noche, cenábamos mientras veíamos una película que nunca me he atrevido a volver a ver. Rugió el teléfono, y cómo iba yo a esperarme aquello. Tenía nueve años, ¿qué significaba la palabra "nunca"? Sonaba muy grande, muy eterno. Muy sin volverte a ver jamás. Empequeñecí mientras me repetía nunca, nunca, nunca; siempre, siempre, siempre.  Y la angustia se me metió en los pulmones y los ahogó como si fuera humo de tabaco. Te habías secado, llegó tu otoño, te marchitaste. Y te fuiste. Ahora ya no estás solo, allá donde quiera que estés, y te has convertido en la excusa perfecta para cantar sólo esas canciones que son capaces de tocarte el alma. Porque son tuyas, porque tú me enseñaste mi primera lección sobre la música. Ahora escribo lo que me sale del corazón, con rabia, con angustia o con amor. O con nostalgia. Porque mis palabras son tuyas, porque tú me regalaste el amor por la ortografí...

Pólvora que explota cuando la prendes.

Cuidado con quien no se enfada nunca. Cuidado con quien siempre cede, con quien siempre pone buena cara y con quien siempre se resigna. Cuidado con quien aguanta de pie cada golpe que lanzas, con quien no reacciona y no te los devuelve. Cuidado con quien calla y escucha. Cuidado, porque igual algún día decide que no le da la gana seguir soportando tonterías. Cuidado, porque igual estalla y la detonación te lleva por delante. Cuidado, porque igual por la boca has ido perdiendo toda la fuerza que ella ha ido acumulando y te acaba reventando en la cara. Cuidado, porque igual tu estupidez no tiene límites y te equivocas. Cuidado, porque igual estás desatornillando la puerta de un dique cargado de agua. E igual te arrastra. Cuidado, porque las tormentas se forman de miles de gotas. Cuidado, porque igual se da cuenta de que eres mucho menos de lo que cuentas.

Exploradora de vocación.

Hay algún sitio lejos de aquí, que no sé dónde está ni conozco su nombre, que me llama a gritos. Quiere que vaya, y lo descubra, y lo explore, y lo transite caminando de arriba a abajo, y que lo inmortalice en mi memoria, y que al irme suspire con una sonrisa y el deseo de volver. Me pide dejar de ser una parte de mi lista de lugares pendientes y pase a ser una pieza de la lista de paisajes conquistados.  Y yo, que escucho con atención los mapas y no encuentro su voz, me resigno a tener que recorrer el mundo entero para hallarlo. Y tal vez nunca lo encuentre, y tenga que seguir viajando, y descubriendo, y explorando, y transitando, e inmortalizando. Y marchándome pensando en volver. Dejándome rincones aún ocultos como excusa para regresar. Tengo los zapatos cansados de saberse de memoria el suelo que pisan, exigen sorprenderse. Cada vez que parpadeo, mis ojos esperan encontrarse algo nuevo, algo que jamás hayan mirado, pero a ciudad se repite casi hasta el hastío....

Mérite.

No te mereces París. Ni sus besos, ni sus luces. No te mereces sus adoquines, ni su música, ni el Sena. No te mereces sus amaneceres, ni sus atardeceres, ni las veinticuatro horas de su reloj. No te mereces sus piedras, sus gárgolas, su cielo. Ni sus letras, ni su delicadeza. No te mereces sus vistas, ni su aire, ni sus estrellas. No te mereces nada que te toque el corazón. Ni para que se estremezca ni para que se te rompa. Que se quede inerte, así, para siempre. No hay nada en tus ojos que alguna vez me haya dicho que sientes algo. No he visto nada en ti que revele un mínimo de sensibilidad. He visto ladrillos en paredes con más dulzura que tú. No te mereces una caricia ni de las sábanas esta noche.

Incendio.

Cerré los ojos y me acordé de los tuyos. Estaba distraída, no lo vi venir. Y pensé que desde entonces no he vuelto a ver un verde como aquel, que dudo que existan unos ojos que le alcancen. A mí ellos me han alcanzado de lleno. Eran mi paisaje favorito, un laberinto donde adoraba perderme, y un día los cerraste para mí impidiéndome salir.  He imaginado que juntos recordábamos pedazos de cuando la vida era nuestra, de los dos, y nos reíamos. Pero en realidad, la única que recordaba era yo, que recordaba el doble, y no me reía, sino todo lo contrario. Ahí sigo. Apagando a golpe de lágrimas fugaces un incendio que se reaviva cada rato.

Dieciséis.

Caminé hacia atrás para coger carrerilla y saltar, pero se me fue de las manos y me encontré rodeada de recuerdos por los que hacía tiempo que no paseaba. Me has dado de lleno en el corazón, y tiembla y tiemblo, y mi vida es el terremoto en que tú la convertiste. Tú, que me encendías la mirada con los ojos, que convertías en oro cada segundo de mi existencia que tocabas. Me he ido más al pasado de lo normal. Es dieciséis y tengo dieciséis. No soy consciente de lo que viene, de lo bonito y de la historia de terror que vendrá cuando termine. Todo lo que sé del amor me lo han enseñado los libros y las películas, todo es conocimiento teórico. Pero pienso en ti y me echo a temblar. Incluso me hace ilusión. Y ahí es cuando me doy cuenta de que todo va mal. Cuesta abajo y sin frenos, me encuentro pidiéndote que entiendas que los errores existen, asegurándote que he aprendido, de sobra, que necesitar demasiado es malo. Contándote que he descubierto que puedo vivir sin ti, pero que...

Sin control (remoto).

Hoy he soñado contigo. Era de esos sueños que no deberían estar permitidos, en los que vuelves y continuamos el cuento de hadas que tú terminaste y yo dejé a medias. He soñado contigo, y después un calendario me ha escupido a la cara que hoy es día diecisiete. La mitad de la fecha en la que empezaron las cosas bonitas. Hoy he soñado contigo y no hay excusa que me salve, porque estaba despierta.  Me he acercado -en sueños- a una señal que decía peligro, y he pasado de largo porque estaba siendo muy feliz. Soñando. Luego ha aparecido otra más, y hasta trece, cada vez más insistentes y llamándome más a gritos. Pero es que era todo demasiado bonito, y caí en mi propia trampa. No sé darle al pause en este sueño que se me va de las manos.  Podrías venir a darle al play en la vida real, porque si de mí dependiera, rebobinaría los años.

Opuestos y complementarios.

En el tren a eso de las ocho de la tarde puedes encontrarte una pequeña muestra representativa de toda la población. Hay gente que viaja cómodamente sentada, otros viajan de pie. Algunos van leyendo, o escuchando música, o mirando el móvil. Hay gente que sube y se queda justo ahí, en la puerta, mientras los que pretenden subir detrás se acuerda de él, de su ego, y de la educación que nadie parece haberle dado. Hay gente que deja subir antes de entrar (pero son pocos, para qué nos vamos a engañar). Hay gente que duerme, gente que mira por la ventana. Hace dos días, yo era de las que miraba por la ventana.  Anochecía y el cielo estaba partido en dos. Una mitad era naranja, como si ardiera en llamas, y la otra azul, como si pretendiera apagarlo. Y en medio, los dos colores se juntaban en una especie de beso de color gris. Y es que el gris no es tan feo al fin y al cabo. Algo me trajo a la cabeza en ese momento que el azul y el naranja eran colores complementarios. Sí, de ...

Domingos deshechos.

Tengo ganas de romper a llorar, de abrirme el pecho de par en par y arrancar todo aquello que sobra, como las ganas de que estés aquí. Que hace unos días que me siento inútil, como un fantasma que no recuerda que puede atravesar paredes, y me siento idiota, como si reviviera un sueño que ya he soñado y acaba en explosión. Y a pesar de saber que en mis manos eres una bomba de relojería vuelvo a correr hacia ti. Al menos hasta que la luz me despierta. Los domingos se inventaron para que yo te eche de menos mientras tú quién sabe lo que estás haciendo. El sentido común me recetó, por mi salud, mejor no saber. Ojos que no ven, corazón que llora un poco menos. La detonación de mis sueños me ha debido lanzar varios metros hacia atrás, me ha estrellado contra tu foto, me has agarrado la mano bien fuerte y ya no me he podido escapar. Ni despertarme ha bastado. El consuelo se me ha deshecho como las flores rojas de papel guardadas en el bolsillo con todo lo que ha llovido desde que...

Desórdenes.

Va, venga. Hoy me permito caer en la trampa. Aunque, como también me permito ser un poco cobarde, diré que es culpa tuya, que te has colado en mis sueños mientras dormía y se te ha  olvidado marcharte después. Mi ciudad favorita era cualquiera si se te enredaba en el pelo, y mi mano se enredaba con la tuya y mis días se enredaban en tus dedos. Y habría dado la vida entera por no salir de esa trenza que habíamos formado. Y ahora la que se enreda en sí misma y no sabe escaparse soy yo. He aprendido que por los recuerdos bonitos que no van a volver es mejor pasar corriendo y de puntillas, pero hoy me he hundido en ellos hasta las rodillas. No sé si queriendo o sin querer, y lo mismo  me da. Pero por favor, la próxima vez que no sepas dónde pasar la noche, recuerda que existe todo un universo fuera de mis sueños.

"Hasta aquí he llegado".

Últimamente digo mucho "ya basta". Pero, como la mayoría de la gente hace con todo, en este caso suelto mucho por la boca y luego no hago nada. En mi caso no hacer nada es seguir haciendo. Me mantengo en pie, quiero decir. Cómo duele guardarse todo. Las palabras que no dices se te contracturan en la espalda y quieren obligarte a tomar asiento. ¿Y eso para qué? ¿Para ver cómo las cosas pasan? Pues mira, no. Tengo pinchazos en las lumbares pero prefiero seguir andando, a ver qué viene. Y no es por falta de ganas. A veces creo que si las cosas dan tantos quebraderos de cabeza igual es porque es hora de abandonar. Pero es que entonces en mi cerebro aparece la voz de un profesor de matemáticas que te decía: - ¿Estás cansado? No te preocupes. Pinta una raya en el cuaderno y escribe "hasta aquí he llegado". Y claro, tú tenías que seguir, porque te sentías el más cobarde y flojucho del mundo. Y aquí estoy, con la vida contracturada pero de pie y andando por...

Desórdenes difíciles y amor enlatado.

El amor no es una adivinanza, no es una canción, no le das al play y funciona solo. El amor es difícil porque la vida es difícil, y a menudo mandamos a la mierda lo primero para simplificar lo segundo. Pero no. De verdad, si lo que quieres es algo fácil, deja en paz al amor. Busca alguien que pretenda pasar el rato y pasad el rato juntos. No hace falta complicar la existencia de quien busca amor del de luchar para que vosotros podáis tener vuestro amor de sofá . Porque sí, por el amor de verdad se lucha, porque el día a día te va a poner trabas. Nadie regala las cosas que merecen la pena, el mundo tampoco. Hay quien lo da todo por los demás y a veces espera lo mismo a cambio. Qué cosas más raras se les pasan a algunos por la cabeza. No hay nadie que arbitre quién tiene razón o quién merece más, no hay una línea pintada que determine cuándo ya basta o cuando nos merecemos un intento más. No sé si lo sabes pero tú que lees esto y yo que lo escribo somos ...

Cloudy sunday.

Los domingos me faltas el doble. Y ojalá no pasara, bien porque terminara tu ausencia o porque terminara mi necesidad. Ya no sé si estoy en condiciones de exigir mi final favorito, con que acabe puedo conformarme. Siempre te necesité, tal vez demasiado. Y ahora a veces todavía un poco, pero ni te busco ni pretendo encontrarte. Tampoco he sabido nunca decirte adiós con la seguridad que me merezco. Me despido  siempre con la mano, dejando la puerta y la ventana abiertas, la luz encendida y tu canción favorita a todo volumen. Por si acaso. Los domingos se cortaron con el mismo patrón que la nostalgia.

Descargas.

Soy el tipo de persona que insiste en ponerse ese par de zapatos que sabe que le va a hacer daño. Literal y metafóricamente.  Estos zapatos en concreto los tenía guardados ya en una caja. Y entonces, un chispazo de electricidad que dura apenas un segundo me mete un montón de ceniza en los ojos, y pienso cómo sería llevarlos de nuevo.  Probablemente todas las tiritas del reino no bastarían para evitar que doliera. Y probablemente podría salir corriendo, pero me estoy probando los zapatos y ya rozan. El problema más grande de esta corriente eléctrica es que es unidireccional.

Pretérito.

Cosquillas en el alma y un beso en la frente. Un sobresalto en el corazón, y la vida con una banda sonora a piano. Sin motivo y sin avisar, es como un viaje en el tiempo. Huele a páginas pasadas que entran volando por la ventana y están tan seguras de lo que sienten que resultan casi convincentes. Tan convincentes que, pasadas las cosquillas, mi alma se sigue riendo.

Palabras indultadas.

Llevan varias semanas las palabras pidiéndome salida, y no hago más que darles largas, aunque no sea por falta de necesidad. Por otro lado, igual que escribir es una vía de escape, para escapar escribiendo hay  que  remover demasiado las cosas que se llevan  dentro , y para acabar llorando letras, preferí encerrarlas. De repente habría dado lo que fuera por no estar conmigo misma. Y qué fallo, yo era la única persona de quien no podría huir jamás. Quería no saber, no entender, no pensar, no recordar. Sobre todo, no sentir. Porque si sentía, sentiría culpabilidad, y de esa tenía de sobra pulverizándome el alma.  También me dio miedo mirar hacia adelante, porque se me había incrustado en las manos el pavor a volver a fallar de nuevo. Y eso conllevaría volver a sentir todas esas cosas de las que prefería escapar. El pasado me angustiaba, el futuro me aterraba y el presente no era precisamente el día que quisiese vivir. Y me encerré, con mis palabras. Pero p...

Canciones para idiotas.

Ni te imaginas lo que acaba de pasar, y ni te imaginas todo lo que significa. Pensando en ti se me ha escapado un te odio con todo mi amor, ¡idiota! , y me has regalado sin querer una canción que no se me va de la cabeza y suena en  bucle mientras escribo. Una frase (esa frase) y un poco de música. Y magia. El resto en mi corazón va sucediendo como si cayeran fichas de dominó, pero sin nada que las empuje. Sólo estoy yo, recostada sobre una ola de mar que tarde o temprano se esfumará. Probablemente más temprano que tarde. En la boca me quedará el sabor de la sal y la arena que, en realidad, jamás he probado.  Pero eres idiota, claro que lo eres. Ese tipo de idiota que no puedo más que odiar, mucho, con todo el amor que me cabe dentro. Y eso me convierte a mí también en una idiota, que lo sepas.

Tregua.

Igual no te has dado cuenta, pero todavía me quieres. Me lo has dicho esta noche, en sueños, después de besarme y me he despertado desarmada. Pero si quieres hacemos un trato y nos olvidamos. Sólo necesito que pongas de tu parte, que abras la presa de las palabras que nunca te dije y transformes en respuesta todos mis interrogantes. Y después, no volveremos a decirnos " te quiero ". Ni en sueños, ni fuera de ellos.

Ya basta.

Sin tregua, cada vez que se me olvida que la vida es una montaña rusa, gira 180 grados y me lo recuerda. Y después de muchas vueltas, llantos y recuerdos decido que ya basta. O el ya basta me pilla a mí por sorpresa. El caso es que basta, y la tormenta cesa. Ahora sólo intento atar cabos, terminar párrafos incompletos, destrozar signos de interrogación. Cerrar el libro, dar carpetazo. Pintar un punto y final. Quién sabe.  Desde esta posición veo muchas cosas, me siento en un alto. Miro a mis pies y hay un vacío enorme,  un paisaje de colores que me aterra y me fascina a la vez. Me tiemblan las manos, las piernas, el corazón.  Y salto. Porque quiero saltar, porque tengo la boca del estómago infestada de mariposas y palabras que quieren escribirse. Pero todavía tienes un candado atando mi tinta. Ojalá algún día me dejes decir ya basta de verdad.

Sólo sé que tú.

No sé qué día es. Ni qué hora. Ni qué año.  Sé que me acuerdo de ti en todo momento, como siempre. Sé que si le pido a mis sueños que no te traigan de vuelta, no soy capaz de  dormir dos horas seguidas. Sé que se me escapa llamarte amor, y que no hay golpe de ola lo suficientemente fuerte para arrancarte de aquí. Tampoco sé si te acuerdas de mí, si alguna noche sueñas conmigo y luego se te queda el corazón encogido todo el día. Sé que quiero tenerte delante, quiero verte y contarte muchas cosas que no sabes. Sé que los latidos de mi corazón siguen un ritmo, y ese ritmo lo has inventado tú. Por supuesto que no sé si sabría decirte todo lo que quiero sin romper a llorar. Por no saber no sé ni escribirlo sin un par de lágrimas.  No sé cuánto de mucho te quiero. Pero sé que te quiero. Mucho. Mucho. Muchísimo .

Bienvenido de nuevo a mis sueños.

Estoy dando pasos agigantados hacia atrás desde que decidiste que mis sueños son el mejor sitio para pasar la noche. Me dejaste clavada en el tiempo dentro de un mundo que no para de correr, me mudé a una caja de cristales tintados para no ver lo que hay fuera, porque en el mundo de ahí fuera, tu vida sigue y la mía no, y eso me asfixia. Al dormir he recordado cómo me sentía cuando nos mirábamos y, sin decir nada, nos abrazábamos. Y al despertar he recordado cómo me falta un pedazo de aire desde que ni nos miramos ni nos abrazamos. Teníamos un cuento de hadas pero te cansaste de escribir. Vaya final de mierda. Yo no buscaba comer perdices, con lo de vivir felices me bastaba. Ojalá aprenda a dejar de  soñar pronto, porque con cada sueño me estás enamorando más. Otra vez.

Cuentos de hadas.

Érase una vez una niña que vivió entre cuentos de hadas. Se alimentaba de sus páginas, respiraba los colores de sus dibujos y bebía la tinta de sus letras. Pero, por encima de todo, soñaba con sus historias. Cada vez que cerraba los ojos, a su mente venían castillos lejanos, lugares recónditos, criaturas inimaginables y, sobre todo, finales felices. Finales de esos que sólo estaban reservados para aquellos personajes valientes, nobles de corazón y que creían con toda su alma en sus propios sueños. Porque así, sólo así, podían alcanzarlos. La niña  creció, y poco a poco fue dándose cuenta de que la mayoría de los parajes y de los seres que poblaban aquellos relatos no existían fuera de los libros. Sin embargo, nada ni nadie podía sacarle de la cabeza que los más profundos deseos de su corazón podían cumplirse si nunca perdía la fe, y si además era lo suficientemente valiente como para luchar por ellos. Las hadas no eran reales, pero sus cuentos, de alguna forma, podía...

Never give up.

Dime, niña, dónde se torció todo. En qué punto de la historia te tropezaste y te creíste que ya no podrías avanzar más.  Dime dónde dejaste olvidada la confianza en ti misma, cuéntame por qué empezaste a verte tan pequeña cuando en realidad eres tan grande.  Dime cuándo fue,  que yo vuelvo atrás y junto los pedazos rotos. Te lo pregunto todo porque yo no entiendo nada. Te miro y veo el poder que tienes en las alas, esas alas que se mueren de ganas de volar muy alto. No te veo haciendo otra cosa ni en ningún otro lugar, ni tampoco quiero. Ojalá creyeras en ti como yo creo, ojalá te vieras tan capaz de comerte el mundo y conquistar tus sueños como yo te veo.  No te rindas, por favor, no cedas . Pero no lo hagas ni por mí ni por nadie que no seas tú. Yo sé que puedes, sólo falta que te des cuenta.

Una vez por semana.

De cada siete noches, una te cuelas en mis sueños. No fallas. Me despierto con una inquietud que me atonta y no sé reaccionar. No sé si estoy bien o mal, pero sí que te echo de menos. Y después, con el sol brillando fuerte, sueño despierta, pero no contigo. Me vendo las heridas con un pañuelo que ni cura ni existe, pero calma. Y te prometo que con eso de momento me vale. En realidad me da miedo el calendario. Me da  miedo porque los días pasan y se acerca el día en que pasó todo, o dejó de pasar. El día que amaneció esperanzado .  Ojalá estos sueños que sueño despierta fueran un poco más reales. Ojalá este pañuelo que me calma fuera más de verdad, ojalá pudiera aferrarme a él. No te he contado que un día me atreví a ser valiente. Un poquito sólo, casi nada. Y es que, en serio, ojalá fuera todo más posible, porque por una vez tengo ganas de avanzar, porque el paisaje desolador empieza a cansarme.

¿A o B?

Somos lo que decidimos, lo que decimos, lo que nos callamos. Cada elección, por estúpida que parezca, empieza a dictar nuestro rumbo. Cada paso que damos en una dirección nos aleja un paso de la dirección opuesta.  A veces avanzamos sin querer, otras veces sabemos con certeza lo que queremos y nos morimos de miedo. Entonces cerramos los ojos, saltamos, y justo entonces es cuando preguntamos " ¿alguien ha visto mi paracaídas? ". Y si el movimiento más insignificante me lleva un poco hacia adelante, pienso moverme. Quedarme al borde del infarto y con miedo a que el corazón se me salga por la boca y con las manos temblando de emoción y no de tristeza. Quiero hacerlo, o por lo menos tengo muchas ganas de intentarlo. No sé si la siguiente montaña será tan dura, tan alta y tan bonita como la anterior. Pero igual puedo dejar de arañarme con las espinas de los matorrales que hay en sus faldas. Igual nunca vuelvo a escalar una historia tan bonita y he de confesar que ...

Quiero ser valiente (intento nº 1).

Te prometo que casi lo consigo. Tenía la oportunidad, las ganas y, sobre todo, los motivos. Tenía la necesidad de ser feliz que queda después de tener una pesadilla.  Tenía los pies en el andén, el tren parado y una margarita en mis manos. La deshojé, y dijo "hazlo". Cogí otra. La deshojé. Y otra más. Todas contestaron lo mismo. Y entre una y otra, el tren arrancó y se fue.  Yo iba a ser valiente y, de verdad, que he estado a punto de serlo. Pero me dio un poco de  miedo . Aún así, quién sabe, a lo mejor las oportunidades irrepetibles se repiten. Igual para entonces he dejado de destrozar flores. ¿Por qué iba a esperar el tren a que me montara si ni siquiera sabía que estaba esperando en el andén?

Sin conocerte.

Color rojo pasión se me vuelve el corazón cuando pasas y a mí me pasan tantas cosas. Y roja también es la angustia porque te me escurres entre los dedos. Me río yo de quien me llamó valiente. Sin conocerte, ahora que te vas sé que te voy a echar de menos porque me devolviste un poco la vida. Empecé a tener sueños distintos; y si tenía pesadillas, al despertar estabas en mi mente y me curabas despacio. Y eres como un trocito de luz blanca en días tristes. Hiciste del gris un color bonito, lo pintaste todo de un rosa dulce y te estrellaste  contra mi corazón como una ola del mar.  Y todo sin conocerte. Cómo voy a echarte de menos.

Let's read the world.

Un avión cruzó el cielo. Quién sabe a dónde estaría yendo, qué destino esperaría al otro lado de  tanto azul. Alzó una mano hacia las nubes y las yemas de sus dedos rozaron la estela que el aparato dejaba tras de sí. Ojalá pudiera aferrarse a ella y volar a dónde quiera que le llevase, pero se encontró anclada al suelo. Miró a su alrededor. Siempre había pensado que, si el mundo era tan grande, era porque había que recorrerlo entero. Que nunca se habrían leído suficientes libros ni visitado suficientes lugares. Y ahora, pegada a una ciudad que la había desenamorado, cada tren y cada maleta le emocionaban y le encogían el corazón un poquito. Cada rincón tenía su encanto, y el alma, y sus ojos, le pedían descubrirlos todos. Las ciudades, los países, sus paisajes. Las pinceladas irrepetibles de cada uno de ellos. Los colores, los sabores, los sonidos, sus músicas. Devolvió la vista al cielo cielo, y la estela del avión empezaba a borrarse ya. Se miró las yemas ...

Dulce.

Rosa palo, dulce, como la casualidad de mirarte cuando me miras. Un alivio suave entre tanta espina. Es casi una sonrisa en mitad de tanta... nada,  de  tanta falta de sueño y tantos sueños. Apareces como dándome un pedazo de vida y con eso tengo para subsistir unos días más. Hasta cuando quiera que vuelvas a pasar y a mí me vuelva a pasar este terremoto en el corazón.

Érase una vez un flashback.

No existen los antes y después rotundos, no existen los borrones y cuenta nueva . Existen los inicios, los que van despacio y son de verdad. Y  aunque no haya nada exacto, hay días que, vistos de lejos, parecen el principio de todo lo nuevo. Días buenos y malos a la vez, principios y finales. Principios de algunos finales.  Por ejemplo, un jueves de febrero que empieza bien y se tuerce. Y necesito escribir, y prefiero hacerlo sobre lo bonito de cuando salió el Sol y no del desastre de cuando se estrelló contra el suelo intentando anochecer. Y supongo que ahí empezaron, terminaron, y empezaron a terminar algunas cosas. Ese día empezó a escribirse un érase una vez , y me di cuenta de que quería. Y cuando supe que quería, me di cuenta de que podía. Pues claro que podía. Tal vez así es como nacen las nuevas historias. Ahora que llego al final de esta vista atrás, he de reconocer que, mientras escribía el "No existen los antes y después rotundos...", pensaba hablar d...

Gris.

Hoy vengo a abrirle la jaula a mis palabras, porque aunque me pesen los párpados y me pesen las manos, más me pesan tantas cosas dentro.  Y una vez libero las letras... no sale nada. Porque me pesan los párpados, me pesan las manos y llevo tanto tiempo sin escribir nada ni a nadie que ahora todo es una bola enorme. Y me atraganto. Pero me vienen palabras escritas en una hoja de cuadritos con tinta rosa un día gris. El gris más bonito del mundo. Gris. Pero ni triste ni alicaído. Gris apagado, como mi color favorito ahora mismo, pero gris encendido como una chispa. Como me chispean los ojos. Cris cielo de lluvia fresca. Gris suave, gris dulce, gris contra tu piel. Quién fuera gris. Gris abrazo, gris  alegría.  Gris como salta mi corazón porque te ha visto, te ha mirado y me has mirado. Gris fugaz, como las estrellas. Y releo eso y me parece absurda la lágrima que ayer emborronó una palabra de mis apuntes. Y pienso que contigo las manos me pesan menos y los ...

Mar y música.

¿Te (nos) imaginas? En un pedazo de universo donde ser valiente no tiende a salir tan caro, donde la cobardía está tan mal vista que no vale la pena.  Te miro. Me miras. Y ya. ¿Y si nos con - fundimos en un abrazo? En una versión de la vida que suene a piano y olas, en retazos de momentos escritos en clave de Sol y sal y de melodías en las que bemoles besan sostenidos y los silencios brillan como la Luna sobre el mar.

Te echo de menos.

Te echo de menos.  Sí, a ti. Echo de menos que te cruces por sorpresa, que aparezcas por casualidad, buscarte  entre un montón de gente. Echo de menos mirarte, que me mires y justo cuando te estás dando la vuelta se te escape una sonrisa.  Te echo de menos de la forma en que se echa de menos a quien no se conoce. Echo de menos el silencio. Los saltitos de mi corazón, la sonrisa de imbécil que a veces me sacas. Y sólo por pasar por ahí. Qué días tan difíciles y no estás para suavizarlos. Para transformar este oleaje tan violento en un mar que pueda surcar. Para hacer de la vida un sitio un poco más llevadero.

La chica de las gafas de sol.

Ahí va, con sus gafas de sol puestas. Son como un par de escudos oscuros que le permiten mirar a quien quiera sin ser  descubierta. O son un par de escudos oscuros que le permiten viajar en tren sin que nadie se entere de que, ahí detrás, sus ojos están empapados.  Amenaza tormenta. Entonces, una lágrima fugaz se le escapa, traspasa la barrera de protección de los cristales negros y cae mejilla abajo. Y es posible que alguien en ese vagón se haya dado cuenta de que está llorando. A lo mejor alguien sabe que está triste, pero nadie sabe que lleva todo el día intentando evitarlo. Nadie sabe descifrar las palabras que caben en esa lágrima, y nadie sabe que un día ya lo regaló todo y hoy ya no le queda nada más; ni deseos que pedir, ni velas que soplar.

Volver.

Está pasando, estás volviendo. Antes de empezar a escribir ya me temblaban las manos, ya temblaba yo entera. Pero sólo puede volver quien alguna vez se fue, y yo no he permitido que eso ocurriera nunca. Jamás  tramité los papeles de tu olvido, y ahora se me mezclan con apuntes, frases bonitas e intentos de no llorar.  Creo que todavía espero que vuelvas, en ese sentido en que sí te fuiste. Igual algún día sí consigo dejarte ir del todo. Ese día seré un poco menos yo porque seré sin ti, pero estaré más entera porque dejaré de romperme. Ojalá no tuvieras que volver. Ojalá nunca te hubieras ido. Igual no tengo ganas de dejar que te vayas del todo. Igual decido romper esos papeles y permitir que te quedes a vivir aquí siempre. Y entonces siempre seré más yo, pero mucho más rota.

Latencia.

He dejado de creer que pueda vencerte, o vencer tu recuerdo, lo mismo me da. Vencer el hormigueo de mis manos o vencer la taquicardia que me hace temblar si me entretengo demasiado en nuestra historia. Te has enquistado en fase latente, en algún rincón de mi corazón. Y cuando bajo un poco la guardia, te despiertas. Apareces de repente en mitad de un sueño. Ya no sé si hablas con tu voz o me la estoy inventando.  Me hormiguean las manos y se me está acelerando el pulso. Y entonces, teniéndote al lado, me da por mirar el reloj. Son las doce. E igual que Cenicienta, salgo corriendo, porque se me va el último tren. ¿El último tren a dónde? Maldigo a la yo de mis sueños por huir, y te pido por favor que vuelvas, que tengo una carta a medio escribir de cosas que necesito decirte. Siento no haber sido tan valiente como me pediste. Pero es que también me pediste que no me rindiera nunca y me impediste luchar por ti. Supongo que todo eso me dejó confundida, y fue ahí cuando...

Fin.(..)

Ya he perdido la cuenta de las veces que lo he intentado y no me ha salido. No sé, poner un punto final no parece tan difícil. Es un punto, sólo eso. Una gota de tinta basta. Y ahí se acabaría todo. Porque si pones punto y final luego ya no puedes seguir, ya no se puede volver.  Esa es la teoría. No soy nadie para asegurar que no vuelva a ocurrir. Y claro, si has puesto punto y final, no puedes permitirte eso. Las recaídas van después de las comas, que quieren terminar y no se atreven. Los puntos finales son contundentes. No hacen excepciones. Son finales. Y punto. De vez en cuando me dan espasmos de valentía. Y en cualquier lugar planto ese punto final. En un vagón de tren. De camino a cualquier sitio. Al cruzarme con. Justo cuando me estoy saltando esa canción del iPod que me recuerda a ti. Y el punto final dura poco, porque lo transformo en tres puntos suspensivos. Cobardes. O cobarde yo, pero esta es mi historia y la cuento como quiero. Porque esa suspensión me...

Canciones.

Érase una vez tú. Y en ese momento yo. Y luego tú. Y entonces yo   ♥ . Las canciones tristes hoy no caben en mi vida, el iPod no las deja sonar. Tengo aún un cosquilleo en la tripa y terremotos de emoción en los dedos. Tengo una canción - esa canción - todavía metida en la cabeza, y en el alma, y en la piel de gallina. La primera canción que me hizo llorar, la difícil. La que conseguí hacer mía. Pero de repente todas las canciones se me apagan y sólo suena una. No sé si tiene melodía y tampoco sé si tiene letra; sé que tiene tu voz. Y tu tacto. Y me arranca un suspiro que fijo entre porta y cubre para que no se escape, para que se quede ahí siempre, del color de la esperanza.